la última ronda de elecciones primarias conocida como el Supermartes, cuando catorce estados norteamericanos eligen al candidato que los ha de representar en noviembre, se saldó como un juicio salomónico: Bernie Sanders se llevó el premio gordo, pero el exvicepresidente Biden arrasó en la mayoría de los comicios.

Joe Biden, cuya campaña parecía acabada tras una serie de errores y las repetidas muestras de los estragos causados por la edad, resucitó inesperadamente con victorias de amplios márgenes que podrían poner coto a la serie de éxitos del senador de Vermont, el primer político que acude a unas elecciones norteamericanas enarbolando la bandera del socialismo.

Por mucho que Sanders se llevara el "gran premio", al ganar por márgenes holgados el estado de California, tan solo se impuso en cuatro estados, mientras que Biden lo hizo por lo menos en diez.

Y aunque haya ganado California, para Sanders no tiene grandes consecuencias, porque las primarias no son como las elecciones generales en que el sistema electoral norteamericano otorga al ganador de un estado, por pequeña que sea la diferencia, todos los votos. En esta fase previa, los candidatos simplemente tratan de obtener el apoyo de los delegados que les han de apoyar en noviembre y el reparto de estos delegados es proporcional al margen de victoria.

De esta forma, por ejemplo, en Texas, donde los resultados han sido muy igualados, Sanders y Biden han obtenido un número casi igual de delegados y en el gran premio de California, aunque Sanders se ha llevado una amplia mayoría (72), a Biden aún le han tocado 21.

Por otra parte, Sanders no puede quedar muy satisfecho, porque tan solo se apuntó una victoria rotunda en Vermont, el estado que representa como senador, mientras que Biden tuvo amplios márgenes en varios lugares como Alabama, Carolina del Norte, Tennessee o Virginia, todos ellos con más del 40% de los votos, o incluso más del 60%, como en Alabama.

Una cARRERA ENTRE DOS A partir de ahora, se trata de una carrera entre dos, Sanders y Biden porque el millonario Mike Bloomberg, tras una noche de reflexión, decidió guardarse los millones que iba a dedicar a publicidad electoral y se retiró de la contienda. Algo semejante ocurre con Elizabeth Warren: después de haber perdido en el estado de Massachusetts, del que es senadora, parece haber llegado al fin de su camino.

Ni Biden ni Sanders tienen todavía garantizada la nominación, pero ahora los norteamericanos sí tendrán una opción clara entre dos posiciones bien distintas: Sanders es un candidato de la izquierda progresista, con confesadas simpatías por regímenes como el cubano, el venezolano y el ya desaparecido soviético y con un programa de grandes gastos sociales que tan solo podría financiar con enormes subidas de impuestos y, probablemente, con un aumento de la deuda.

Su rival Biden es el candidato de centro izquierda que ha demostrado en estas primarias su capacidad de atraer elementos conservadores de la población negra y, también, a muchos independientes opuestos al actual presidente Trump, pero que difícilmente apoyarían a un candidato como Sanders, que eligió Moscú para su luna de miel.