Pekín - Los nuevos casos de infectados por el coronavirus en China descendieron ayer en casi medio millar respecto a los del viernes, aunque el continuo cambio de los criterios empleados para contar a los enfermos y las dudas sobre el potencial real del patógeno mantienen al país todavía a la expectativa. Según los datos oficiales, en las últimas 24 horas se contabilizaron 397 nuevos casos de COVID-19 (frente a los 889 anunciados el viernes y 109 nuevas muertes), la inmensa mayoría de ellos en la provincia de Hubei, foco de la epidemia. En total hay 76.288 infectados por el virus en el país, que ha causado 2.345 muertes, mientras que 20.695 pacientes se han recuperado de la enfermedad y 5.365 personas son sospechosas de haberla contraído.

Las autoridades sanitarias chinas decidieron el pasado 13 de febrero que en la provincia de Hubei se añadirían a la lista de casos confirmados los detectados por medio de tomografías computerizadas, además de por pruebas de ácido nucleico. Esa decisión disparó entonces el número de casos en esa provincia, que se han vuelto a reducir desde que el pasado miércoles se volvió a cambiar el criterio, limitando de nuevo los casos confirmados a los test de ácido nucleico. Esa continua modificación de los criterios y el consiguiente baile de cifras han creado desconfianza sobre la precisión de los datos oficiales entre la población, que continúa mayormente recluida en sus casas, aunque poco a poco algunas ciudades comienzan a recuperar cierta actividad.

Sea como fuere, los últimos 366 nuevos casos registrados oficialmente en la provincia de Hubei representan, tras los 349 del pasado miércoles, el menor número contabilizado desde hace más de tres semanas. Un equipo de expertos de la Organización Mundial de la Salud, que se encuentra en China desde la semana pasada, se desplazó ayer a Wuhan, la capital de Hubei, para analizar la situación en la ciudad, donde se concentra el mayor número de casos y que mañana cumplirá un mes bajo cuarentena.