qiuen más quien menos estará pensando en cómo ayudar al Olentzero a cumplir sus deberes de última hora. Yo puedo ayudarte con una recomendación que sirve lo mismo para los jóvenes que para los mayores. Es un libro que he leído estos días y que me ha impactado. Se titula Mi última batalla y lo escribe un hombre ya bien entrado en sus noveintaytantos que se llama Harry Leslie Smith. Él titulo original, My Last Stand, puede hacer referencia tanto a la última parada o estación de su vida, como a la idea de último testimonio o legado.

El caso es que Harry cuenta su vida: "He vivido casi cien años de historia, he sufrido la desazón de la pobreza, pero también la dulzura de la seguridad y el éxito, y no quiero ver cómo se desmorona todo por lo tanto hemos trabajado. Como uno de los supervivientes de la Gran Depresión y de la Segunda Guerra Mundial, no entraré dócilmente en esa buena noche. Quiero contaros qué aspecto tiene el mundo a través de mis ojos". No cabe mayor generosidad en un hombre nonagenario que no había escrito nunca, que este legado lleno de amor y sabiduría.

Harry nació en el seno de una familia pobre de un paupérrimo barrio de mineros de Inglaterra. Tras un accidente que sufre su padre y le incapacita para trabajar, su familia, en plena Gran Depresión y sin ningún tipo de cobertura o protección social, entra en una espiral de miseria, enfermedades, crueldad y dolor que la resquebraja por completo. Harry trabaja desde bien niño, su hermana muere, su padre termina abandonado, su madre debe buscarse la vida para mantener un catre húmedo, sucio y lleno de bichos, y poder dar un mendrugo de pan a sus hijos. Harry no conoce ni la escuela ni el hospital.

La Segunda Guerra Mundial supone para Harry las trincheras, el juego con la muerte y el sacrificio extremo, pero también su primera experiencia de comida caliente asegurada y de atención médica. Lo más importante de este libro es sin embargo que nos transmite lo que se ha dado en llamar el espíritu del 45: "Mi generación jamás olvidó la crueldad de la Gran Depresión ni el salvajismo de la Segunda Guerra Mundial. Nos prometimos a nosotros mismos y a nuestros hijos que en este país nadie volvería a sucumbir al hambre. Nos comprometimos a que ningún niño se quedara atrás a causa de la pobreza. Defendimos que la educación, una vivienda digna y una salario adecuado eran derechos que todos nuestros ciudadanos merecían independientemente de su clase".

Su libro es la mejor historia del siglo XX que pueden recibir nuestros jóvenes. Nos muestra el enorme sacrificio que costó el estado de bienestar y el gigantesco valor que tienen esos servicios "que actualmente se descartan con tanta ligereza" y que, según nos dice el autor con indisimulada rabia, "no podréis entender por qué eran necesarios (?) hasta que no habitéis un mundo que carezca de una red de seguridad social no podréis sentido en vuestros huesos".

Harry Leslie Smith murió hace un año, pero dejó un testimonio lleno de dolor, rabia, humor y sabiduría. Un canto de amor a la vida y a la política entendida como esfuerzo compartido por hacer cada día un mundo mejor. En su escritura a veces deja las tripas abiertas y el corazón roto. Los jóvenes deben leerlo para valorar lo que han recibido a menudo sin valorarlo y así aprender a mirar a nuestros mayores con respeto, admiración y agradecimiento.