- A Virgilio Rodríguez le quedan dos o tres de años para jubilarse, tras más de 45 años trabajando en el servicio de mantenimiento del que hoy es Hospital Donostia, centro que cumple 60 años desde que echó a andar.

Con 18 años se incorporó a dicha unidad y pasó otros 26 “llevando personal y aire acondicionado en lo que entonces era la Residencia Nuestra Señora de Aránzazu”.

Desde 2000 desarrolla sus funciones en la oficina técnica del departamento de Obras, por lo que le ha tocado verse inmerso en el “complicado” proceso de reforma del Hospital Donostia. “Se ha tenido que hacer de cuatro hospitales uno”, explica. “Estaba todo cuadriplicado y, con el hospital en funcionamiento, hemos ido haciendo las reformas, que todavía no hemos acabado. Seguimos adaptando quirófanos y cambiando las instalaciones que se han quedado obsoletas”, añade.

“Dentro de un hospital hacer obras es siempre muy complicado. Este año, con lo del covid, hemos andado todavía más locos”, asegura.

Además de que el servicio de mantenimiento ha tenido más tarea, también han trabajado “mañana y tarde y hasta festivos” el servicio de obras y los gremios externos. “En marzo tuvimos que hacer las cosas rápido, fue un poco locura e hicimos todo lo que pudimos”, reconoce.

Trabajar inmersos en la vorágine de la pandemia “es más complicado porque todo te lleva más tiempo. Tienes que andar poniéndote las protecciones y hacer cosas que no pueden esperar a mañana”, abunda. “Ha sido más trabajo y más difícil, porque nos ha tocado hacer aislamientos, cierres provisionales, salas independientes... Pero parece que ya vamos mejor”, apunta.

Cuando comenzó a trabajar a los 18 años las cosas eran muy diferentes. “Eran tres hospitales distintos y en cada uno nos conocíamos todos. Nada que ver con lo de ahora”, subraya. Diferente era incluso el acceso. “Para llegar había que subir una carretera que era una locura de curvas, parecía el extrarradio”.

Sus inicios los califica de “ilusionantes”, ya que pudo compaginar el trabajo con los estudios en el Politécnico de Easo, una formación que ha actualizado de forma continua. “Todo era más pequeño, más sencillo, más familiar, había incluso jardines con rosas. Ahora todo es más grande, funciona diferente y las nuevas tecnologías tienen mucho peso”, destaca.

Trabajar en el hospital le permitió tener “independencia económica”. Recuerda no sin cierta emoción el cobro de la nómina “en el Banco de Santander de la Avenida”. “Ya me quedé a vivir en Amara, porque vivía en Rentería y era más complicado venir”. “Ahora el trabajo de mantenimiento tiene muchas complicaciones, con más distancias, túneles subterráneos y pasos aéreos”, constata Rodríguez, que hace un balance “muy positivo” de sus más de cuatro décadas de trabajo.